Decepciones las hay en cantidades
exageradas. Lo que no puedo ubicar en mi pecho es la extraña emoción que
menea mi ánimo de un lado a otro.
El ambiente me limita y los nervios me consumen, las preguntas que derrotan mi
tranquilidad parecen ser bienvenidas puesto que se han acomodado a mi vida.
Este deseo de sacar esas palabras que opacan mi voz me convierte en una margen de juego, una margen que no consciente ni luz ni sombra. Mi cuerpo da la impresión de tener alto voltaje y el espesor de mi concentración queda fuera de mi alcance.
Podría describirlo todo como el comienzo de una locura, una locura con aflicción, una contraseña sin parlamento ni oportunidad.
¿Cómo tener de vuelta mi esencia?
Es casi preocupante la relación que ha nacido entre mi corazón y mi mente, una relación que los mantiene desunidos, una relación en la que cada uno toma decisiones que no coinciden, una relación desesperante que me cohíbe de mil formas.
Parece que tengo el camino perdido, parece que las opciones se esconden de mí. Mueren las condenadas opciones.
Mi oportunidad se aleja y queda sin mi disposición.
Arriesgar debería ser una acción sencilla de ejecutar porque deseo volar muy alto, tanto como me sea posible, tanto que pueda irme exagerando.
Consagrarme será entonces un hábito, consagrarme a la retención de acciones y tener competencia cantada.
Si, vuélveme locura en tal.
Este deseo de sacar esas palabras que opacan mi voz me convierte en una margen de juego, una margen que no consciente ni luz ni sombra. Mi cuerpo da la impresión de tener alto voltaje y el espesor de mi concentración queda fuera de mi alcance.
Podría describirlo todo como el comienzo de una locura, una locura con aflicción, una contraseña sin parlamento ni oportunidad.
¿Cómo tener de vuelta mi esencia?
Es casi preocupante la relación que ha nacido entre mi corazón y mi mente, una relación que los mantiene desunidos, una relación en la que cada uno toma decisiones que no coinciden, una relación desesperante que me cohíbe de mil formas.
Parece que tengo el camino perdido, parece que las opciones se esconden de mí. Mueren las condenadas opciones.
Mi oportunidad se aleja y queda sin mi disposición.
Arriesgar debería ser una acción sencilla de ejecutar porque deseo volar muy alto, tanto como me sea posible, tanto que pueda irme exagerando.
Consagrarme será entonces un hábito, consagrarme a la retención de acciones y tener competencia cantada.
Si, vuélveme locura en tal.
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