Ir al contenido principal

Vuélveme locura

Decepciones las hay en cantidades exageradas. Lo que no puedo ubicar en mi pecho es la extraña emoción que menea mi ánimo de un lado a otro.
El ambiente me limita y los nervios me consumen, las preguntas que derrotan mi tranquilidad parecen ser bienvenidas puesto que se han acomodado a mi vida.
Este deseo de sacar esas palabras que opacan mi voz me convierte en una margen de juego, una margen que no consciente ni luz ni sombra. Mi cuerpo da la impresión de tener alto voltaje y el espesor de mi concentración queda fuera de mi alcance.
Podría describirlo todo como el comienzo de una locura, una locura con aflicción, una contraseña sin parlamento ni oportunidad.
¿Cómo tener de vuelta mi esencia?
Es casi preocupante la relación que ha nacido entre mi corazón y mi mente, una relación que los mantiene desunidos, una relación en la que cada uno toma decisiones que no coinciden, una relación desesperante que me cohíbe de mil formas.
Parece que tengo el camino perdido, parece que las opciones se esconden de mí. Mueren las condenadas opciones.
Mi oportunidad se aleja y queda sin mi disposición.
Arriesgar debería ser una acción sencilla de ejecutar porque deseo volar muy alto, tanto como me sea posible, tanto que pueda irme exagerando.
Consagrarme será entonces un hábito, consagrarme a la retención de acciones y tener competencia cantada.
Si, vuélveme locura en tal.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hubo una vez...

En que los pantanos estaban en tu corazón y las lagunas que te ahogaban estaban en las almas. -Hay un fuego, llamas que queman; no sé de dónde vienen ni el por qué me llegan. -Cometiste errores. -Pero hice maravillas. -No trates de parecer inocente, tú y yo sabemos que no lo eres. -No me mires. -No lo hacía. -¿Me quieres? -Debería irme. -¿Me quieres? -¿Cuál es el punto? -Sabes que no fue mi culpa. -Yo no sé nada. -Háblame. -No tengo nada para decir. -Cuéntame entonces qué sientes. -Te siento a ti. -Estoy en ti. -No lo digas. -Oblígame. -Esto es inútil, lo sabes. -Jamás dejas que hable. -Tuviste muchas oportunidades y nunca escuché tus frases. -Quería que las escucharas, pero estoy hablando ahora. -¿De qué sirve el tiempo del pasado en el presente? -No lo sé. -Yo sí; de nada. -¿Me quieres? -No. -Mientes. -No. -Tienes razón, deberías irte. -…te amo.

¿Enciendo el latido?

Una enorme lluvia de emociones se apodera del interior en el que respiro. La causa lleva nombre, lleva rostro, lleva un amparo especial. Brota mi exaltación como látigo en castigo. No tengo tiempo, lo sé; se me ha escapado tal personaje pero siento que no puedo respirar como antes. Ver sus ojos y sentir un impulso. Sentirle cerca y escuchar su respiración. Poder rozar su mejilla con cariño. Nada podría sentirse  mejor que eso, hasta que llega la vena punzante del titubeo y el temor. Aconsejo a mi boca que no esboce sonrisa alguna; pido a mi mente que deje los recuerdos esparcidos por mi habitación; enciendo el latido de un corazón que se desespera; observo un vaho incoherente a través de mi ventana; sostengo en temblor papel y lápiz; la luz no ayuda, el sentimiento apremia, la razón me invade y el calor comienza a entrar en mí. Tuve un instante que pude haberlo hecho durar pero, en vez de ello, lo hice desvanecerse de la culpa. Me pesan los pensamientos y tengo podrido el sen

Del bosque una tortura como profecía

¡Pero es que para el viento aquél roble no era testigo! Sus órdenes estaban siendo desacatadas, su autoridad parecía perderse en la nada. ¿Era esa la decisión de su entorno? Pues que mala decisión. Entre el fuego que se posaba sobre unas cuantas ramas caídas y el olor a decepción que emanaba de los allí presentes, todo parecía encubrir la verdad de aquella mañana tan fría. Había un triste concierto protagonizado por las hojas que flotaban confiadas del viento. Voces irreconocibles pronunciaban el deseo de fusión de miles de entendimientos. Pudo haberse dicho, inclusive, que la saturación de carne seca de la naturaleza era más prepotente que la razón en su apogeo. Era hora de la tormenta sostenida por crueles ambiciones de llegar a tierra. Melodías sin origen hacían presencia, visiones de personificación bajo agua aclamaban por un rayo de luna, y el niño durmiente, bello niño sin sueño, yacía aparentemente inerte en su cuna de madera lijada. La ceremonia del Tiempo se perdió entre