¡Pero es que para el viento aquél roble no era testigo!
Sus órdenes estaban siendo desacatadas, su autoridad parecía perderse en la nada. ¿Era esa la decisión de su entorno? Pues que mala decisión.
Entre el fuego que se posaba sobre unas cuantas ramas caídas y el olor a decepción que emanaba de los allí presentes, todo parecía encubrir la verdad de aquella mañana tan fría.
Había un triste concierto protagonizado por las hojas que flotaban confiadas del viento. Voces irreconocibles pronunciaban el deseo de fusión de miles de entendimientos. Pudo haberse dicho, inclusive, que la saturación de carne seca de la naturaleza era más prepotente que la razón en su apogeo.
Era hora de la tormenta sostenida por crueles ambiciones de llegar a tierra. Melodías sin origen hacían presencia, visiones de personificación bajo agua aclamaban por un rayo de luna, y el niño durmiente, bello niño sin sueño, yacía aparentemente inerte en su cuna de madera lijada.
La ceremonia del Tiempo se perdió entre el llanto del silencio, pero pudieron oírse las palabras de un vaticinio exquisito:
“No bebáis de su sangre ni mirad sus profundos ojos, tened paciencia y volveréis de donde estáis. Mis segundos son viejos pero yo aún más. No os atreváis al desafío de tocar sus cabellos, rojizos a mi voluntad. Que la felicidad os encuentre, pues si la buscáis, viviríais eternamente.”
Sus órdenes estaban siendo desacatadas, su autoridad parecía perderse en la nada. ¿Era esa la decisión de su entorno? Pues que mala decisión.
Entre el fuego que se posaba sobre unas cuantas ramas caídas y el olor a decepción que emanaba de los allí presentes, todo parecía encubrir la verdad de aquella mañana tan fría.
Había un triste concierto protagonizado por las hojas que flotaban confiadas del viento. Voces irreconocibles pronunciaban el deseo de fusión de miles de entendimientos. Pudo haberse dicho, inclusive, que la saturación de carne seca de la naturaleza era más prepotente que la razón en su apogeo.
Era hora de la tormenta sostenida por crueles ambiciones de llegar a tierra. Melodías sin origen hacían presencia, visiones de personificación bajo agua aclamaban por un rayo de luna, y el niño durmiente, bello niño sin sueño, yacía aparentemente inerte en su cuna de madera lijada.
La ceremonia del Tiempo se perdió entre el llanto del silencio, pero pudieron oírse las palabras de un vaticinio exquisito:
“No bebáis de su sangre ni mirad sus profundos ojos, tened paciencia y volveréis de donde estáis. Mis segundos son viejos pero yo aún más. No os atreváis al desafío de tocar sus cabellos, rojizos a mi voluntad. Que la felicidad os encuentre, pues si la buscáis, viviríais eternamente.”
hermosa historia ... con un final perfecto... que la felicidad os encuentre, pues si la buscais, vivirais eternamente...
ResponderEliminarsaludos
linda semana
abrazos