Abríase como garganta ahogada y sus cánticos emanaban del alma plácida que, sin lacerante incertidumbre de desasosiego, flotaba ya en ensueño lejano.
Viendo pasar su coraje delante empuñó palabras y verdades mientras que sus expresiones invadían a los ojos oscuros que tenía en frente.
Díjole te quiero, abrupta y atrevidamente.
Sostuvieron sus miradas y siguieron contemplando las realidades cruzadas de ambas.
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