Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2012

Dos iguales

Una mujer, sus cabellos rojos bajo el sol y unos ojos que delatan su edad. Con la sonrisa traviesa, una más, buscando la sombra y con ansiedad a flor de piel. -¿Cómo hago para defenderme del dolor? -¿Por qué querrías defenderte del dolor si eso es lo que te hace vivir intensamente? -No me respondás una pregunta con otra pregunta, vos sabés que odio eso. -De malas. ¿Que porque tenés el pelo rojo? -Calláte que eso te encanta. -Por eso. -Respondéme pues, ¿cómo se hace? -¿De qué dolor tratás de huir, cobarde? -Del que vos me causás. -Sencillo, no me amés entonces. -Listo. Hoy en la madrugada te voy a dejar de amar. -Perfecto, llamáme cuando lo logrés. -Tampoco me gusta el sarcasmo. -Entonces no digás cosas tan estúpidas. Mejor hagamos el amor. -Ni loca lo vuelvo a hacer con vos. -No tenés que estar loca, solo tenés que estar enamorada y eso no va a dejar de ser hasta dentro de unas horas. -Yo te veía como el amor de mi vida y tuviste que echar todo a la

¿Enciendo el latido?

Una enorme lluvia de emociones se apodera del interior en el que respiro. La causa lleva nombre, lleva rostro, lleva un amparo especial. Brota mi exaltación como látigo en castigo. No tengo tiempo, lo sé; se me ha escapado tal personaje pero siento que no puedo respirar como antes. Ver sus ojos y sentir un impulso. Sentirle cerca y escuchar su respiración. Poder rozar su mejilla con cariño. Nada podría sentirse  mejor que eso, hasta que llega la vena punzante del titubeo y el temor. Aconsejo a mi boca que no esboce sonrisa alguna; pido a mi mente que deje los recuerdos esparcidos por mi habitación; enciendo el latido de un corazón que se desespera; observo un vaho incoherente a través de mi ventana; sostengo en temblor papel y lápiz; la luz no ayuda, el sentimiento apremia, la razón me invade y el calor comienza a entrar en mí. Tuve un instante que pude haberlo hecho durar pero, en vez de ello, lo hice desvanecerse de la culpa. Me pesan los pensamientos y tengo podrido el sen

En tu ausencia

Aunque el tiempo parezca amo de cada palabra y crea poder manifestarse a su antojo, debo admitir que esta vez me jugó una mala pasada. Entre letras sin destino y labios unidos, la verdad de lo que se siente flota como perfume en los soplos de los alientos. Hoy, en honor a tus besos, cuatro pensamientos y un solo deseo: temor, límite, terceros, cansancio y la duración de lo que perdura un hielo en mi garganta.

Adiós

Todo puede moverse y, aún así, eres capaz de sentir la quietud de aquel movimiento intermitente y el silencio que no está presente. Como caminar bajo la lluvia y no querer pensar, no querer entrar en detalle de imágenes que parecen ilustrar una historia sin final. La tranquilidad que te llega del ajetreo mundano solo te confirma lo pequeño que en realidad eres. Sin lógica ni sentido exiges, deseas imponer mientras lo único que sale de tus ojos es una expresión vacía y un par de lágrimas que no dejan rastro. Desearía haberte dicho mil cosas, ahora solo puedo sentir el maldito nudo en mi garganta, símbolo de una despedida jamás pronunciada y de un recuerdo que, irónicamente, lleva mis pensamientos a tu falta de presencia.

Sin olvidar

De las pocas veces que la ira acude a ser una de mis frecuentes emociones, fue esa la verdadera tontería como caballo de Troya que inundó mi respiración. Cuando hube huido ya nada tenía la expectativa de antes. Es entonces el colmo de tres cabezas rongando por el mismo plato de comida. La razón no da espacio ni espera, solo hambre de ganar a la entera. Dirigir un octavo pensamiento, un mundo intacto, algo extraordinario que te deje oprimir libremente contra tu pecho lo que desees en siete lunas. Un esplendor que oscurece el sentido de lo vivido, que aplasta la inocencia de la carne ya podrida. No me atrevo a pronunciar las palabras hirientes del pasado, te huyo y te pienso de vez en cuando. Si pudiera accionar el sistema de defensa no tendría por qué escribirte en este preciso instante. Aunque solo invento excusas para matarte de vez en cuando. La voz de siempre pregunta si te he olvidado, yo encaro al frustrado sonido, y simplemente callo.