Los cruces absurdos de la vida juegan a divertirse una vez más mientras que todos miramos al cielo suplicando por un maldito milagro.
Para cuando acabemos con nuestras abrumadoras expectativas y nos demos cuenta de que todo ha sido un abismo infinito de ganancia putrefacta que nos carcomía sin horario específico, los lamentos acompañados del llanto exhaustivo nos harán una larga visita que parecerá perdurar en un fino horizonte.
La petulancia embriagadora archiva sus mañas con cuidado y nosotros solo miramos como entra a nuestro cuarto y revisa nuestras anotaciones de la vida que por tanto nos han dañado.
Para cuando queramos tomar las riendas de nuestro animal, visualizaremos estupefactos que no solo nos faltan las agallas para persuadir a la oscuridad, también pareceremos hundirnos en la agonía de los dilemas siempre que nos enfrentemos a la tan invocada madurez.
El egoísmo caótico nos muestra con apatía su propia palingenesia para que nos mantengamos firmes en las decisiones que asegurarán el fin de los días y el comienzo de su época egocéntricamente impiadosa.
Para cuando tengamos al tiempo justo en frente, veremos las fracturas sociales de una antigua polis que trepan desde los tejidos muertos de personajes esqueléticos hasta los muros de nuestros hogares con la excusa de una “costumbre”.
Lo inverosímil parece estar de turista en las tierras lejanas que se pintan después del horizonte del océano en una pulcritud tan inmensa como lo es aquella línea tan bien sostenida en el misterio.
Para cuando sepamos a qué sabe el aliento de un teoracto o nos hayamos inmiscuido en el sabor insípido de los pogromos futuros, cada gota de lluvia se habrá evaporado sobre nuestras cabezas eliminando las angustias que alguna vez existieron para plantar el sufrimiento en lo más vivo de su callada esencia.
Los espurios ineluctables consumen la mayor parte de nuestro pasado, dejándonos vagar en la inmundicia de la ignorancia como ungüento de salvación.
Para cuando nos enfrentemos con la realidad que aún no conocemos, los esclavos dejarán sus cadenas y seremos nosotros quienes tomen conciencia del daño perturbador en las mentes de quienes protegieron nuestro reinado de guerra.
Pero será tarde, y yo, yo seguiré insistiendo…¡Tendremos que cansarnos algún día!
Ahora solo me cabe una de mil dudas, me pregunto cómo será el vicio con anemia…
Para cuando acabemos con nuestras abrumadoras expectativas y nos demos cuenta de que todo ha sido un abismo infinito de ganancia putrefacta que nos carcomía sin horario específico, los lamentos acompañados del llanto exhaustivo nos harán una larga visita que parecerá perdurar en un fino horizonte.
La petulancia embriagadora archiva sus mañas con cuidado y nosotros solo miramos como entra a nuestro cuarto y revisa nuestras anotaciones de la vida que por tanto nos han dañado.
Para cuando queramos tomar las riendas de nuestro animal, visualizaremos estupefactos que no solo nos faltan las agallas para persuadir a la oscuridad, también pareceremos hundirnos en la agonía de los dilemas siempre que nos enfrentemos a la tan invocada madurez.
El egoísmo caótico nos muestra con apatía su propia palingenesia para que nos mantengamos firmes en las decisiones que asegurarán el fin de los días y el comienzo de su época egocéntricamente impiadosa.
Para cuando tengamos al tiempo justo en frente, veremos las fracturas sociales de una antigua polis que trepan desde los tejidos muertos de personajes esqueléticos hasta los muros de nuestros hogares con la excusa de una “costumbre”.
Lo inverosímil parece estar de turista en las tierras lejanas que se pintan después del horizonte del océano en una pulcritud tan inmensa como lo es aquella línea tan bien sostenida en el misterio.
Para cuando sepamos a qué sabe el aliento de un teoracto o nos hayamos inmiscuido en el sabor insípido de los pogromos futuros, cada gota de lluvia se habrá evaporado sobre nuestras cabezas eliminando las angustias que alguna vez existieron para plantar el sufrimiento en lo más vivo de su callada esencia.
Los espurios ineluctables consumen la mayor parte de nuestro pasado, dejándonos vagar en la inmundicia de la ignorancia como ungüento de salvación.
Para cuando nos enfrentemos con la realidad que aún no conocemos, los esclavos dejarán sus cadenas y seremos nosotros quienes tomen conciencia del daño perturbador en las mentes de quienes protegieron nuestro reinado de guerra.
Pero será tarde, y yo, yo seguiré insistiendo…¡Tendremos que cansarnos algún día!
Ahora solo me cabe una de mil dudas, me pregunto cómo será el vicio con anemia…
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